Geografías, territorios y lugares en tiempos de pandemia

En estas líneas les proponemos pensar sobre las Geografías, los Territorios y los lugares en tiempos de pandemia.

Crónicas del año que la humanidad vivió en peligro

Cuando comencé a escribir el texto presente, estábamos atravesando en la Argentina, el pico máximo de la segunda ola de la pandemia de Covid-19, con un panorama desolador.  El sur global fuertemente golpeado, y el norte global comenzando el des confinamiento.

Quiero iniciar este análisis a partir de un interrogante, ¿por qué la pandemia de Covid-19 es un hecho geográfico?

El difícil contexto que están atravesando los territorios y las sociedades en el mundo entero por un acontecimiento inesperado –un verdadero “cisne negro”-, provocado por la irrupción del Covid-19, se ha convertido en una oportunidad para dar visibilidad a la disciplina geográfica y sus problemáticas, además de ofrecer posibles respuestas a la misma desde una perspectiva geográfica. La emergencia del acontecimiento de esta catástrofe humanitaria intempestiva y disruptiva, puso en boca de los políticos, medios de comunicación y  los ciudadanos, algún concepto o contenido geográfico.

Retomo la pregunta inicial, y paso a comentar algunas respuestas.

En primera instancia, la pandemia comenzó como un hecho situado territorialmente (dimensión territorial del acontecimiento) y en un momento determinado (dimensión temporal).  Los territorios y las sociedades  se vieron fuertemente impactados.

En segundo lugar, se desencadenó una difusión espacio-temporal a una velocidad inédita a través del transporte aéreo.  El Covid-19 tardó cinco días en llegar desde Wuhan (China) al norte de Italia, una semana le llevó a la cepa británica trasladarse a Francia, un mes en llegar a Buenos Aires  la variante Manaos. (Natanson, J. 2021, pág. 2)  

Es la primer pandemia realmente global, y los procesos de globalización han sido el principal vehículo de transmisión :  hipermovilidad de personas, bienes y capitales en un paradigma de movilidad global.  La rápida propagación de la enfermedad a nivel mundial habilita, por tanto, el análisis multiescalar y la perspectiva relacional.

El acontecimiento tuvo, asimismo, una fuerte repercusión sobre esa hipermovilidad mencionada.  De pronto llegó la pausa, y  con ella la paralización parcial o total de las actividades y el movimiento de personas.  Los transportes aéreo y marítimo fueron los más impactados.  A las restricciones en el transporte, hay que agregar el cierre de fronteras interiores y exteriores de numerosos países, hecho que también afectó las migraciones económicas, los desplazamientos de refugiados, y los flujos turísticos.

Otra cara del freno a la movilidad es el desajuste en las cadenas globales de valor (Global Value Chains), especialmente lo relacionado con las importaciones de insumos médicos y sanitarios procedentes  -buena parte de ellos-  de China.

Toda esta dinámica provocó un fuerte y muy desigual impacto en los territorios, se trate del norte global, del sur global, o incluso al interior de cada estado. Las desigualdades sociales, económicas, étnicas y de género que existían previamente a la pandemia, se vieron potenciadas por ésta, dejando al desnudo una realidad dramática y contundente.
Los focos de mayor impacto de la enfermedad, han tenido como protagonistas las áreas urbanas (dimensión urbana) por la concentración de los contagios, y por ser también las principales puertas de entrada del virus.  También fueron las ciudades las más transformadas como consecuencia de ello.   Ciudades detenidas, centros y oficinas vacías, movimiento cotidiano de personas  -a nivel global-  reducido a menos de la  mitad, multiplicación de los deliveries, uberización de vehículos particulares, y crecimiento de la vida de cercanías, que condujeron a cambios en el uso del espacio público y refuncionalización de los mismos.

Las caras de las crisis provocadas por la pandemia

Las crisis sanitarias generadas por la difusión del virus a nivel global conllevaron la difusión en cascada de múltiples crisis: económica, social, política y ambiental.

La crisis sanitaria -bien conocida por todos/as- condujo a un cuestionamiento generalizado a nivel mundial acerca de la preparación de los sistemas de salud, las flagrantes desigualdades en cuanto a la concentración de centros de salud y profesionales de la sanidad en las grandes ciudades, aunque mucho menor en el resto de los territorios nacionales, y puso en evidencia la rápida respuesta y la eficacia de los sistemas sanitarios públicos.  Quedó claro, además, que los “esenciales” son los peor remunerados.

La crisis económica deviene ante la paralización general o parcial de todas las actividades productivas, intercambios comerciales, caída de mercados financieros e inmobiliarios, que condujeron a la disminución del PBI y del crecimiento económico de los países.

La crisis social, además del costo de vidas que se cobró el virus y de la cantidad de infectados, tuvo su costado más oscuro en la pérdida de puestos de trabajo.  Según un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se  destruyeron 255 millones de empleos en 2020, considerando tanto los despidos como la reducción de horas de personal.  La región más afectada fue América Latina y el Caribe (26 millones de empleos). 

Aquellos que pudieron conservar sus empleos, lo hicieron a través del teletrabajo (home office) y el e-commerce.  El trabajo dejó de estar ligado a un espacio físico.

La aparición del virus profundizó las desigualdades estructurales, la pobreza y la exclusión social.  Los grupos más afectados por la destrucción de empleos fueron y son los trabajadores informales, las mujeres, los jóvenes, y los migrantes.  Los estados tuvieron que asistir a estos sectores a través  de la implementación de paquetes de ayuda económica.

La educación fue otro de los sectores afectados, por la pérdida de clases y la desigualdad de acceso a dispositivos tecnológicos / conectividad para el dictado de clases virtuales, o bajo modalidad híbrida, tanto para estudiantes como para docentes de todos los niveles de enseñanza.

Dos escalas de análisis, un poco olvidadas, impactaron nuestro modo de vida cotidiano: el cuerpo (inmovilizado) y el hogar.  Asistimos  a una recuperación y resignificación del “lugar”, espacios cotidianos que hoy  atraviesan los cuerpos.

Al interior de los hogares, el confinamiento nos colocó frente a una nueva realidad: la convivencia diaria de los integrantes de los grupos familiares 24 horas los 7 días de la semana (24 x 7 fue el lema de la pandemia) en 4 paredes.  El disponer de espacios para que cada uno de esos miembros pueda desarrollar sus actividades cotidianas, y el poder contar con dispositivos tecnológicos y de conectividad[1] tensionaron esa cohabitación entre los espacios domésticos, de trabajo, de estudio y de juegos.  La icónica frase “yo me quedo en casa”, resultó ser privilegio de pocos.
La pandemia dejó también al descubierto las históricas desigualdades de género, puestas de manifiesto principalmente, en la sobrecarga de tareas de cuidados[2] para las mujeres, y en la acentuación de la violencia doméstica y sexual de muchas de ellas, al permanecer encerradas con su agresor en los hogares.
El encierro prolongado produjo en las personas comportamientos relacionados con la topofilia (Tuan, Y., 2007, pág. 13) y la topofobia (Lindón, A., 2009, pág.16), fatiga psicológica, hipocondría social, traumas en niños jóvenes y adultos (en todos los rangos etarios), y estrés postraumático [3]

El encierro nos encerró en nosotros mismos, y resuena una pregunta: ¿cómo podremos hacer para olvidar las huellas que nos dejó el año interminable?  Psiquiatras y psicólogos advierten que el coronavirus dejará enormes secuelas en nuestra salud mental a largo plazo.

Una cuarta crisis, la política, se materializó a partir de cambios en las relaciones de poder en el mundo del Covid-19 (especialmente la rivalidad Estados Unidos – China), la geopolítica y la carrera por las vacunas  -el bien más codiciado de la época-, la exigencia de pasaportes sanitarios para viajar, los cierres de fronteras, la construcción de “muros epidemiológicos”, la nacionalización de la gestión de la pandemia, el avance hacia estados de control o estados de excepción transitorios y con ellos la restricción de las libertades humanas al instalarse el aislamiento preventivo y el distanciamiento social obligatorio, instaurándose un modelo securitario y de control. Dichos paquetes de medidas, han sido y siguen siendo muy cuestionados[4] en varios puntos del planeta. 

“Las formas de administración de la pandemia fueron interpretadas como expresión y visibilización de los modos en que los poderes ejercen un control institucional sobre los cuerpos.  Estas prácticas, conceptualizadas por Foucault bajo el término de biopolítica, se expresarían en el contexto de difusión del Covid-19 […]” (Zusman, P. , Bietti, G. y Landini, G.,  2020, pág. 238). 

La Organización Mundial de la Salud (OMS), por su parte, considera que “La enfermedad por coronavirus (COVID-19) es la primera pandemia de la historia en la que se emplean a gran escala la tecnología y las redes sociales para ayudar a las personas a mantenerse seguras, informadas, productivas y conectadas”.  

Las fronteras perdieron su significado geográfico; se volvieron más porosas que nunca al no constituir un obstáculo para la propagación del virus.

El panorama presentado, ha reforzado el rol del Estado-Nación a través de sus medidas intervencionistas, a la par que demostró la incapacidad de liderazgo y acción de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la OMS (declaración tardía de “pandemia”).  En este sálvese quien pueda global, la cooperación internacional estuvo por demás ausente.

La proliferación de metáforas o de un discurso bélico impregnaron el vocabulario de la sociedad toda: guerra contra el virus, contra quiénes no respeten el aislamiento social,  contra los viajeros y turistas, toque de queda, cuarentena, el arma de la vacuna, invasión silenciosa, el enemigo invisible, primera línea contra el Covid, etc. etc.
La “infodemia[5] y las fake news, invadieron nuestras vidas privadas.

Pandemia, capitalismo, globalización y ambiente

Quizás en este punto tendríamos que detenernos y pensar la forma en que los seres humanos nos relacionamos con la naturaleza.  Ello nos puede conducir a pensar que la tragedia humanitaria que vivimos no fue tan inesperada, y podemos rastrear algunas de sus raíces en esa relación histórica de dominación humana sobre la naturaleza. 

Si bien el origen de una pandemia es siempre biológico, varios autores sostienen que, en este caso,  el fenómeno es en esencia socio-ambiental.  “[…] La deforestación indiscriminada, el tráfico de animales silvestres y la cría de animales a gran escala, […] ofician como caldo de cultivo de los llamados ‘virus zoonóticos’ [6] que saltan de animales a los humanos y poseen un alto grado de contagiosidad y el Covid no es la excepción”. (Svampa, M. – Viale, E., 2020, pág. 262)

Nuestras formas de producción y de consumo, nuestro sistema agroalimentario industrial, el modelo de crecimiento económico ilimitado, ¿podrán seguir sosteniéndose en el tiempo?

El año pasado Pablo Touzon (2020) escribió que la pandemia nos sacó de una normalidad que dábamos por hecha que llegamos a considerar como una segunda piel, un hecho antropológico inevitable que nos puso al frente a los límites del modelo de desarrollo en que vivimos.

El Covid-19 mostró a la sociedad el alto costo ambiental del actual modelo de desarrollo capitalista y la necesidad de incrementar la conciencia ambiental de los ciudadanos.  “Las causas socio-ambientales de la pandemia, muestran que el enemigo no es el virus en sí mismo, sino aquello que lo ha causado.  Si hay enemigo es este tipo de globalización depredadora y la relación instaurada entre capitalismo y naturaleza”, y ello pareciera no estar en ninguna agenda política.

Efectos pospandemia, y el futuro que no llega

De alguna manera u otra toda/os estamos esperando ver la luz al final del túnel …que, o no se divisa, o es muy tenue.  Diferentes estudios e investigaciones advierten que la pandemia durará más de lo que pensamos, y la misma dependerá de las políticas de mitigación que se apliquen. (Benza, G, y Kessler, G., 2021, pág.9) 

Hasta aquí se esbozaron algunas consideraciones sobre el pasado y sobre el presente.  Pensar en el futuro es complejo cuando somos protagonistas de un fenómeno que está aconteciendo en tiempo real.  Resulta difícil hablar del futuro porque podemos equivocarnos; de hecho ya existen numerosos y muy diversos pronósticos sobre el día después, que pecan de escasa cientificidad.  Por tanto, compartiré sólo algunos pensamientos y notas para la reflexión.

La pandemia puso de manifiesto la importancia de la dimensión territorial del problema,  sus múltiples lecturas, y la necesidad de alcanzar mayor equidad en los territorios.  La reconceptualización del “lugar”, en términos de espacio doméstico como espacio de reproducción social, y lo cotidiano como unión simbiótica entre lo local y lo global.

Nos convoca a debatir varias cuestiones:  la desglobalización o una nueva gobernanza del proceso globalizador, la fase actual del sistema capitalista, nuestra relación con la naturaleza, el rol del estado, el papel de la información y los medios de comunicación. 

Nos alerta sobre la necesidad de encontrar una salida mediante una solución global, en virtud que estamos ante una pandemia mundial, al igual que el urgente diseño una agenda sanitaria global.  Los estados en forma aislada por sí solos no podrán hacer frente a semejante” tsunami existencial” (palabras del filósofo Darío Sztajnszrajber).

Las ciudades han sido el epicentro de la crisis sanitaria, y las más golpeadas por sus consecuencias.  Los urbanistas ya están proyectando la reinvención de las ciudades, a partir de la refuncionalización de los usos del suelo por la desaparición masiva de oficinas y comercios, la apuesta a ciudades de proximidad, ciudades  más justas espacial y socialmente,  con perspectiva de género, la renaturalización de las mismas, y el replanteo de qué hacer con los microcentros y macrocentros, entre muchos otros proyectos.  Siempre nos hemos quejado de los males urbanos; quizás el presente podría constituir un punto de inflexión para avanzar hacia las ciudades que queremos, imaginamos, o porqué no, las utópicas. 

Los efectos en nuestras urbes no fueron sólo negativos.  Hubo también efectos positivos:   disminución de la contaminación atmosférica, incremento de la movilidad sustentable, recuperación de los espacios verdes para el juego y el encuentro con otros, revalorización simbólica del espacio público, o el disfrute por los paseos y caminatas  urbanas al aire libre.

Las crisis mencionadas, nos pueden conducir a replantearnos qué es la “normalidad”, o qué quisiéramos que fuera lo “normal” en la pospandemia.

Geografía y pandemia en la escuela

El Covid – 19  llegó para cambiar la forma en que se imparte la educación, y nos mostró también la peor cara de la inequidad.

Desde la Geografía, constituye una oportunidad para su revalorización social, para visibilizar las problemáticas objeto de estudio, y aplicarlas en situaciones áulicas.

La permanente generación de información espacio-temporal, el uso de la cuantificación demográfica /epidemiológica y cartográfica en los medios de comunicación, nos desafía a hacer un uso correcto de las mismas, a resignificar los datos y a ponerlos en contexto en las argumentaciones.

La cartografía ha sido protagonista indiscutida en los tiempos de pandemia, no sólo para mostrar el número de infectados, muertos y vacunados en todas las escalas, sino también a través de novedosos mapas temáticos como las cartografías del confinamiento o la cartografía doméstica (específicamente del hogar) confeccionados en España en base a herramientas SIG y bases de datos.  Esta relevancia de la cartografía nos permite analizar el impacto del virus en los territorios, comprender su difusión[7], y reflejar desigualdades.

Los datos epidemiológicos por sí mismos no nos aportan nada si no se los contextualiza en relación con la demografía del territorio en estudio (población por sexo y edad, natalidad, mortalidad, morbilidad, esperanza de vida, densidad, población urbana y población rural, tasa de envejecimiento, brecha de género, indicadores de condiciones de vida, situación ocupacional, situación educativa, etc).

El transporte, la movilidad, el turismo y lo urbano han cobrado también gran relevancia en estos tiempos por haber sido fuertemente impactados.

La geografía política y la geopolítica también pueden estar presentes en actividades y/ o en secuencias didácticas (vacunación y desigualdad, movimientos antivacunas, laboratorios productores de vacunas y origen de los capitales, pasaportes sanitarios y territorios excluidos, relaciones norte –sur , cooperación internacional)

Las geografías humanísticas, y de género adquieren relevancia puesto que  la experiencia subjetiva de cada individuo marca el signo de los tiempos, las memorias, narrativas, historias cotidianas, biografías, diarios, reflexiones, ensayos, pueden convertirse en recursos e insumos con gran potencial para el registro histórico.

Por último, la pandemia ofrece un doble desafío a los docentes: en lo geográfico, invita a repensar nuestras prácticas, resignificar los contenidos que enseñamos, y construir nuevos saberes a la luz de novedosas lecturas de los territorios y las sociedades. 

En cuanto a la dimensión educativa, la deslocalización de escuelas y universidades en marcha, instauró una virtualización parcial o total de los procesos de enseñanza y aprendizaje, hecho  que constituye un acto político.  “Así transformadas por la virtualización, las culturas institucionales, organizacionales y administrativas pueden ser vectores de otras transformaciones en diversos niveles y dimensiones sistémicas.  Estos fenómenos promueven también novedades en pautas culturales, relacionales, de consumo y, más ampliamente, en las subjetividades sociales contemporáneas.  ¿Vamos hacia esquemas de virtualización de la presencia cada vez más absolutos, o se reconsiderarán los aprendizajes en pandemia en términos de hibridación entre cuerpos presentes y cuerpos virtualizados?” (Gatto, E. 2021, pág. 5)

Lo único cierto en todo este largo tiempo fue la incertidumbre.


[1] Nos convertimos, a tiempo completo, en aliado/as y esclavo/as de las tecnologías, pantallas, redes sociales, wifi, megas.
[2] Quedó expuesta la mayor necesidad de cuidados respecto de los adultos mayores, muchas veces invisibilizados en el contexto de pandemia.
[3] En todo este tiempo la incertidumbre provocó en la sociedad muchos sentimientos intensos y encontrados: angustia, tristeza, ansiedad, insomnio, hiperactividad, sedentarismo, depresión, cambio de conductas alimentarias, adicciones, automedicación, miedos, fobias, ataques de pánico, malhumor, dolor, encuentros, desencuentros, irritabilidad, soledad, cansancio, inquietud, frustración …..       
[4] El filósofo italiano Girogio Agamben (2020) expresó al respecto “Podemos llamar “bioseguridad” al dispositivo de gobierno que resulta de la conjunción entre la nueva religión de la salud y el poder estatal con su estado de excepción. Es probable que la bioseguridad sea el dispositivo más eficaz de todos los que hasta ahora ha conocido la historia de Occidente. La experiencia ha demostrado, en efecto, que cuando lo que está en cuestión es una amenaza a la salud, los seres humanos parecen estar dispuestos a aceptar limitaciones de la libertad que no habían soñado que podrían tolerar, ni durante las dos guerras mundiales ni bajo las dictaduras totalitarias”
[5] “Una infodemia es una sobreabundancia de información, en línea o en otros formatos, e incluye los intentos deliberados por difundir información errónea para socavar la respuesta de salud pública y promover otros intereses de determinados grupos o personas. La información errónea y falsa puede perjudicar la salud física y mental de las personas, incrementar la estigmatización, amenazar los valiosos logros conseguidos en materia de salud y espolear el incumplimiento de las medidas de salud pública, lo que reduce su eficacia y pone en peligro la capacidad de los países de frenar la pandemia”.  (https://www.who.int/es/ , ob cit)
[6] Durante el siglo pasado y en el presente, se produjeron en el planeta diferentes enfermedades zoonóticas como VIH – SIDA, SARS, MERS, síndrome de la vaca loca, gripe aviar, gripe porcina, por sólo citar algunas.
[7] Los modelos de difusión espacial de Hartshorne cobraron nuevos sentidos en este contexto.

Bibliografía

  • Agamben, G (2020). ¿En qué punto estamos? La epidemia como política.  CABA, Editorial Adriana Hidalgo.
  • Benza, G, y Kessler, G. (2021).  El retrocesoLe Monde Diplomatique, edición 263, mayo. CABA.  El Dipló.
  • Gatto, E. (2021).  ¿Qué es y qué será el capitalismo? A partir de la pandemiaLe Monde Diplomatique, edición 263, mayo. CABA.  El Dipló.
  • Lindón, A. (2009). La construcción socioespacial de laciudad: el sujeto cuerpo y el sujeto sentimiento.Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos,Emociones y Sociedad, 1.  Disponible en  http://www.relaces.com.ar/index.php/relaces/article/viewArticle/4
  • Méndez, R. (2020).  Sitiados por la pandemia.  Del colapso a la reconstrucción:  apuntes geográficos. Madrid.  Revives
  • Natanson, José (2021): Eterna pandemia eterna. Le Monde Diplomatique, edición 263, mayo. CABA.  El Dipló.
  • Svampa, M. y otros (2020).  La fiebre.  CABA.  Editorial ASPO (Aislamiento social preventivo y obligatorio).  Disponible en    https://www.upc.edu.ar/wp-content/uploads/2015/09/La-Fiebre-ASPO.pdf
  • Svampa, M. y Viale, E. (2020).  El colapso ecológico ya llegó.  CABA.  Siglo XXI Editores.
  • Tuan, Y.-F. (2007). Topofilia. Un estudio de las percepciones, actitudes y valores sobre el entorno.  Santa Cruz de Tenerife.  Melusina
  • Zusman, P., Bietti, G. y Landini, G. (2020).  Las múltiples implicancias espaciales de la difusión del Covid-19.  Un estado de la cuestión. Punto Sur (3), 234-262. Disponible en  https://doi.org/10.34096/ps.n3.9707
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