AMBIENTALIZAR LA GEOGRAFÍA

"ECOLOGÍA SIN LUCHA DE CLASES ES JARDINERÍA". CHICO MENDES

                                                                     

Hace ya algunos años que la Geografía ha recogido el guante de abordar contenidos ambientales en su temario, tanto académico como escolar. Va de suyo el ingente crecimiento de estudios de caso ambientales en los libros de texto y las planificaciones docentes, la multiplicidad de artículos y ponencias en congresos, así como la proliferación de grupos de investigación y extensión en universidades, vinculados a temáticas ambientales.

Sin embargo, no estoy aquí para hacer un relevamiento descriptivo sobre el desarrollo que ha experimentado “lo ambiental” en la geografía argentina, sino para realizar un llamamiento a la reflexión sobre un enfoque conceptual y estructural que es importante tener en cuenta a la hora de pensar la educación ambiental desde nuestra disciplina. En este sentido, me permito compartir algunas consideraciones que apuntan a fomentar el debate para repensar nuestras prácticas docentes e investigativas desde un enfoque ambiental integral:

 

1)            Deconstruir nuestras biografías formativas.

La mayoría de los planes de estudio con los que fuimos formados los profesores y licenciados de Geografía en Argentina no ha adoptado al ambiente como una categoría significativa para el análisis geográfico (como sí lo han sido el espacio, el territorio o el lugar). En ese sentido, todavía se identifican recorridos formativos donde la geografía física y la geografía humana discurren por carriles paralelos, donde no existen puntos de diálogo entre las cátedras que se dedican a una u otra rama de la disciplina.

También en los congresos sigue existiendo esta división tajante entre ambos flancos, donde lo físico exhibe una débil consideración de las relaciones sociales y donde la geografía social no acostumbra a tener en cuenta la manera en que las sociedades construyen ambientes (transforman naturaleza) mediante sus racionalidades.

 

2)            Abandonar la tentación de tomar a lo ambiental como una consecuencia de las otras dimensiones geográficas.

A menudo, el abordaje de lo ambiental se circunscribe a la afectación negativa de las acciones humanas en la naturaleza. Una suerte de consecuencia esperable de las diferentes intervenciones sociales en el medio natural.

Entonces, es común comprender a una problemática geográfica desde las clásicas dimensiones de análisis: económicas, políticas, sociales, culturales y ambientales. Estas miradas siguen divorciando a la naturaleza (siempre una víctima pasiva) de la sociedad (siempre uniforme y esencialmente mala), desconociendo la desigual responsabilidad de actores sociales, omitiendo el entendimiento conceptualmente multifacético e histórico del ambiente, reduciéndolo a un mero receptáculo espacial que recibe el perjuicio de diferentes tipos de contaminación antrópica.

 

3)           Contribuir a los abordajes sistémicos y estructurales para comprender las dinámicas ambientales.

Otro lugar común dentro de la Geografía es pensar a lo ambiental desde los estudios de caso. Esta fragmentación en diferentes microgeografías no hace más que perder de vista la injerencia que tiene la reproducción del sistema capitalista, mediante sus lógicas de expoliación y rapiña hacia la naturaleza, donde prepondera una racionalidad explotacionista de extractivismo “hacia atrás” y de contaminación “hacia adelante”, basada en un modelo consumista que sostiene pirotécnicamente a este sistema.

Perder de vista la dimensión holística de las lógicas que son inherentes al capitalismo es caer en la trampa del “divide y reinarás” que el propio sistema nos impone.

 

4)           Leer autores y buscar recursos didácticos que nos ayuden a ir en esa dirección.

Existen algunos textos de autores que son referentes en la ecología política desde hace décadas que nos permiten obtener perspectivas totalizadoras sobre el ambiente. James O’Connor, analizando la crisis ecológica desde el desarrollo desigual y combinado; Erik Swyngedouw, provocando a las miradas despolitizadas desde un grito que vocifera “¡La naturaleza no existe!”; Enrique Leff con su llamamiento a una nueva ontología del buen vivir; Michael Lowy y su ecosocialismo o la anarcoecología de Murray Bookchin.

También recomiendo la sencilla escritura de Sergio Federovisky con su crítica al edulcorado hombre verde que propugna el neoliberalismo como estrategia de dominación y fragmentación de la lucha social. También recomiendo algunos recursos didácticos interesantes para ir en este sentido, como los cortometrajes animados del ilustrador Steve Cutts, quien cuestiona las formas de apropiación de la naturaleza y genera críticas sobre el impacto del consumismo sobre los ambientes.

Finalmente, sugiero este artículo de opinión de Flavia Broffoni para el aula y el mapa colaborativo del Environmental Justice Atlas, donde, lejos de atomizar las problemáticas ambientales, podemos identificar que las lógicas de destrucción y ecocidio tienen una racionalidad global.

 

5)             “Ambientalizar” la Geografía.

Para comenzar con este apartado citaré un pasaje del Manifiesto por la Vida, escrito en Bogotá en 2002 por académicos, ambientalistas, militantes, campesinos e indígenas: “La crisis ambiental es una crisis de civilización. Es la crisis de un modelo económico, tecnológico y cultural que ha depredado a la naturaleza y negado a las culturas alternas. El modelo civilizatorio dominante degrada el ambiente, subvalora la diversidad cultural y desconoce al Otro (al indígena, al pobre, a la mujer, al negro, al Sur) mientras privilegia un modo de producción y un estilo de vida insustentables que se han vuelto hegemónicos en el proceso de globalización.”.

Desde esta perspectiva, a la que adhiero, sostengo sin vacilaciones que todos los contenidos geográficos son susceptibles de ser abordados desde el ambiente. Pero no ya desde la particularidad de los estudios de caso ni de las consecuencias finales de una problemática en términos de contaminación, sino desde la necesidad de que lo ambiental transversalice los análisis geográficos que nosotros proponemos.

Así como de a poco lo vamos haciendo con la ESI, la sanción de la nueva Ley de Educación Ambiental Integral supone incluir la dimensión ambiental en todos los contenidos de la enseñanza. Ese será un gran sostén para transitar estos senderos. Cito a continuación un principio de este documento legal:

“Artículo 3º- La educación ambiental, como proceso permanente, integral y transversal, ha de estar fundamentada en los siguientes principios: a) Abordaje interpretativo y holístico: adoptar el enfoque que permita comprender la interdependencia de todos los elementos que conforman e interactúan en el ambiente, de modo de llegar a un pensamiento crítico y resolutivo en el manejo de temáticas y de problemáticas ambientales, el uso sostenible de los bienes y los servicios ambientales, la prevención de la contaminación y la gestión integral de residuos.” (los principios son once).

 

De manera que, como docentes e investigadores en Geografía, debemos tener la capacidad académica y la cintura didáctica para identificar situaciones ambientales en cada contenido, puesto que, más que de un tema versátil identificable en todos los tramos de una planificación o de un problema geográfico de investigación, se trata de desarrollar una mirada, de generar una óptica ambiental sobre ellos.

 

Me apoyo en Swyngedouw, quien sostiene: “Para Latour, no existe algo así como la Naturaleza en sí y para sí misma, ni algo como la Sociedad (o la Cultura) (Latour, 1993). El conjunto de cosas (humanas y no humanas) que pueblan el mundo está formado por híbridos de naturaleza y cultura que se multiplican incesantemente. Junto a Michel Serres y otros, Latour sostiene que estos ‘desordenados’ entramados socio-naturales se construyen a partir de series proliferantes de cuasi-objetos, ensamblajes relacionales configurados en red, ubicados a medio camino entre los polos de la Naturaleza, por una parte, y la Cultura, por el otro. Son al mismo tiempo ambas cosas y ninguna, y a pesar de todo son socio-ecológicamente significativos y políticamente performativos (Latour, 2005). Estos entramados forman las socio-naturalezas que definen, coreografían y sostienen la vida y las prácticas cotidianas”. (Swyngedouw, 1996).

 

En este sentido, me permito formular las siguientes preguntas: ¿Por qué continuar diseccionando los estudios geográficos bajo los artificiales y dicotómicos universos “Sociedad” y “Naturaleza”, cuando las realidades ambientales nos demuestran lo contrario?, ¿Por qué esperar a que el currículum nos marque que en tal o cual unidad se tiene que trabajar lo ambiental cuando se puede -debe- hacer en todos los contenidos? Una buena forma de comenzar a transitar estas miradas parte del supuesto de que todo problema ambiental es básicamente un problema social, tal como lo refleja Lía Bachmann en la entrevista que le hizo Gustavo Sposob en su canal Educación Ambiental en Debate.

 

Entonces, mi propuesta es que, cuando trabajemos espacio urbano (ambientes artificializados), espacio rural (producciones agrícola-ganaderas como apropiación de agua y nutrientes del suelo), centro-periferia (bonos de carbono y mecanismos de “desarrollo limpio”), expansión geográfica del capital (petroleras o mineras transnacionales que producen ambientes sacrificables), deslocalización industrial (contaminaciones y explotaciones en países subdesarrollados), pobreza (violaciones al derecho constitucional de vivir en un ambiente sano), desigualdad (apropiación diferencial de bienes comunes); lo hagamos siempre desde una dimensión ambiental.

 

Pero ya no desde una mirada naif que entienda al ambiente como esa categoría estática que siempre es víctima de contaminaciones humanas, sino desde un abordaje estructural que habilite la reflexión de las relaciones sociedad-naturaleza desde las lógicas rentísticas y avasallantes del capitalismo, puesto que, como sostiene Neil Smith en su tesis sobre la producción de la naturaleza, la base natural de la existencia humana es cada vez más el resultado de la producción social que es consecuencia del desarrollo de la acumulación de capital, donde el valor de cambio modela las relaciones naturales para modificar sus condiciones ecológicas para siempre.

 

En otras palabras, mi propuesta apunta a utilizar a nuestra Geografía como una herramienta para el cambio, lo cual implica despojarnos de miradas ingenuas, “capitalistamente” individualizantes y religiosamente culposas, para generar una ciudadanía crítica que sea capaz de identificar a los verdaderos responsables de la crisis ambiental que impera sobre nuestro planeta. Porque, como dijo el luchador ambiental Chico Méndes (más amazónico que brasileño): “la ecología, sin lucha de clases, es jardinería”.

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