En estas líneas les propongo reflexionar sobre la Geografía de la violencia armada. Acompáñenme a analizar este fenómeno global.
Varios autores y centros de estudios afirman que el concepto de guerra ha cambiado. La forma tradicional del acto bélico, como el uso de la violencia entre Estados, está siendo reemplazada cada vez más por formas menos convencionales de conflictos armados.
Así mismo, también han mutado los intereses de las grandes potencias, los Estados intermediarios, la escasez de recursos naturales y todo tipo de identidades (políticas, sociales, económicas y culturales). Todo esto hace que la geografía de las llamadas “nuevas guerras” adquiera elementos particulares que deban ser analizados más allá de teorías realistas o neorrealistas.
¿Cuáles son sus características?
Según varios autores (Kaldor, Bauman, Duffield, Münkler) las nuevas conflictividades se caracterizan principalmente por la presencia de actores no-estatales con mayores capacidades de coaccionar sobre el Estado; como, por ejemplo, grupos subversivos, movimientos nacionalistas, organizaciones terroristas, carteles de drogas, señores de la guerra, entre otros.
Junto con ello, el uso privado de la violencia es otro elemento distintivo. Si se quiere comparar en la historia, los conflictos actuales se asemejan más a las guerras medievales que a las grandes guerras del siglo XX. Esto se debe no solamente a la privatización del uso de la fuerza, sino también a la prolongación de la violencia en el tiempo.
Por otro lado, la asimetría del poder entre las distintas fuerzas es cada vez mayor, si se compara con la guerra moderna. Por último, los ataques a poblaciones civiles han dejado de ser daños colaterales para convertirse en estrategia de combate.
¿Cuáles son sus causas?
Estos mismos autores aseguran que las causas que impulsan la propagación de estas formas de conflictos, tiene que ver con fenómenos más complejos como el desarrollo de la globalización, la crisis del Estado y la conformación de un nuevo orden mundial de pos Guerra Fría.
Respecto al primero, las nuevas tecnologías de información y comunicación, sumado al crecimiento de comercio internacional, abrieron los caminos para que actores no-estatales tuvieron un mayor dinamismo.
en la misma línea, la instalación del neoliberalismo como ideología dominante y el capitalismo financiero como sistema regente, han desarticulado funciones del Estado que impiden lograr la cohesión política y social necesaria para impedir el surgimiento de ciertos tipos de violencia.
Por lo tanto, tanto desde abajo, como desde arriba, el Estado se ve incapacitado, no solo de evitar la conformación de actores no-estatales, sino de desmovilizarlos. Por último, la caída del comunismo ha modificado la agenda de seguridad mundial. En primer lugar, porque ha dejado a Estados Unidos de forma casi exclusiva a la cabeza. En segundo lugar, ha puesto a las nuevas amenazas como el enemigo público.
Un fenómeno global y en crecimiento
Más allá de la discusión teórica si las guerras han mutado, cuáles son sus características o que las impulsa, lo cierto es que las nuevas conflictividades crecieron en número y han modificado ciertos espacios. de allí la importancia de analizar esta nueva geografía de la violencia armada.
Algunos centros de estudios como el Uppsala Conflict Data Program o la Universidad de Maryland han dado cuenta sobre este fenómeno. Según el último informe del Heidelberg Institute for International Conflict, en el mundo podemos encontrar 40 conflictos armados activos con los niveles más alto de violencia.
Si tomamos la división por regiones, África subsahariana es la zona más endémica de conflictos armados ya que concentra la mitad. Un poco más atrás se encuentra el SOANA (Suroeste de Asia y Norte de África) con 8, América con 5, Asia con 4 y Europa con 3. Además de ello, se estiman alrededor de 180 casos donde el uso de la fuerza es muy bajo o esporádico.
Si bien esto últimos no son un gran problema en el corto plazo, son potenciales escaladas de violencia en un tiempo próximo. Por otro lado, según los últimos estudios de homicidios de la Oficina de Naciones Unidas para la Droga y el Delito, el continente africano es donde se presentan los mayores indicadores de violencia, más allá de los conflictos armados, y es seguido por el conjunto de países latinoamericanos.
Más allá de los datos y de los casos puntuales en cada uno de los países que presenta un conflicto armado, geográficamente hay que señalar varias cuestiones. La primera de ella tiene que ver que no todos de ellos se desarrollan a largo del territorio nacional. La mayoría de los enfrentamientos se dan en regiones específicas fuera del control del Estado.
En segundo lugar, en varios casos, el uso de la coacción se da en todo el país, pero de forma intermitente debido a que los actores no-estatales son parte de la población o están mimetizados en ella. Un claro ejemplo de ello son los enfrentamientos contra carteles de drogas en Colombia, México y Brasil.
En tercer lugar, si bien priman los conflictos de carácter intraestatal, en Estados y actores subnacionales en un territorio, también se encuentran disputas violentas entre estos últimos o entre Estados y actores no-estatales anclados en otro país.
Esto no quiere decir que las guerras modernas, de forma interestatal, haya desaparecido. Aún persisten algunos casos como los enfrentamientos entre India y Pakistán o Armenia y Azerbaiyán. Sin embargo, los altos costos para llevarlas adelante, han logrado que las potencias lleven adelante formas alternativas de librar el combate.
Una de ellas es el uso de la robótica a través de drones; otra tiene que ver con la contratación de compañías privadas o la financiación a grupos afines. De la forma que fuera, es notorio que el crecimiento de los conflictos armados en los últimos veinte años.
Por otro lado, ni la pandemia por covid-19 ha evitado la propagación de la violencia armada. De esta forma, es necesario preguntarse por qué se propagan o crecen estos conflictos. Para ello, debe analizarse más allá de las teorías clásicas que permitan entender el compartimiento, no solo del Estado, sino de actores no-estatales y de poderes globales.
Les invito a que en los próximos encuentros podamos continuar analizando las particularidades de esta geografía de la violencia armada.
Licenciado en Relaciones Internacionales
Especialista en Asuntos de Seguridad Internacional, Conflictos Armados y cuestiones referidas al narcotráfico.
Integrante de Reset – política de drogas y derechos humanos; y Periodismo Por Venir.
Maestrando en Sociología Política Internacional.