Desde aquel 3 de marzo de 2020, día en que el servicio de virosis respiratorias del INEI ANLIS Malbrán detectó el primer caso de coronavirus en la Argentina, el tema acaparó la centralidad de las agendas política, mediática y social a nivel global.
En contextos de crisis, más allá de las informaciones que puedan proceder de las usinas oficiales, es innegable que la incertidumbre y la ansiedad que generan los cambios abruptos y repentinos abren el camino para la emergencia, circulación y recepción de rumores.
Pero ¿qué es un rumor?
Los estudios desarrollados en el campo de la sociología y psicología estadounidense, luego de la segunda guerra mundial, lo definen como una información no verificada que conduce al error.
El contexto en el cual se llevaron adelante estas investigaciones, sin duda, incidió en la concepción de rumor que esbozaron.
No es la finalidad de este artículo discutir la verdad o falsedad de los rumores, por el contrario, lo que se propone es argumentar por qué el contenido significativo de este tipo de relatos se vuelve verosímil y logra “prender” en un colectivo social.
Derribando mitos
Asimismo, se procura aclarar algunas cuestiones. Primero, es verdad que, al menos en un sentido geográfico, el rumor contemporáneo asume otras características y otros medios de circulación que no estaban presentes en otros momentos históricos: gracias a las redes sociales se extienden por todo el planeta de manera inmediata.
Sin embargo, no hay siderales diferencias en cuanto a los mecanismos subjetivos que favorecen su difusión al interior de un colectivo social.
Segundo, si bien el desarrollo tecnológico permite aventurar la existencia de rumores globalizados, estos tienen anclaje cultural, por ende, no están exentos de procesos de actualización geográfica.
De lo anterior se sigue que la “verosimilitud” del rumor es antes que nada la manifestación de contenidos conscientes e inconscientes que emergen de la subjetividad de un colectivo social.
Para intentar seguir el curso de un proceso de esta índole –producción, circulación y efectos del rumor– no en la objetividad de los discursos sino en las motivaciones y mecanismos de la subjetividad es necesario retomar el concepto de imaginarios sociales.
¿Qué son los imaginarios?
Los imaginarios, tal como lo explica Bronislav Baczko, son construcciones sociohistóricas –representaciones, imágenes, fantasmas, recuerdos– tanto conscientes como inconscientes que guían el hacer, el decir y el pensar dentro de un colectivo social.
Aún más, como constituyen universos de sentidos compartidos que admiten la construcción de identidades colectivas, por oposición a otras, delimitan territorios y fronteras y resultan favorables al control social en períodos de crisis.
Un ejemplo
Tomemos un caso para analizar: los relatos que alertaban que el virus SARS-COV-2 es una creación humana cuyo fin es, por un lado, lograr el control total de la población y, por el otro, exterminar a parte de la ella con el objetivo equilibrar la sobrepoblación mundial.
Es esperable que a simple vista lo anterior parezca la sinopsis de una película (de bajo presupuesto) que narra en tono admonitorio y conspirativo un futuro cercano distópico.
Ahora bien ¿por qué los rumores logran difusión aun cuando presentan inconsistencias?
Presumiblemente, porque cristalizan representaciones imaginarias que anclan en una realidad probable. Dicho de otro modo: los rumores materializan discursivamente los imaginarios.
Su naturaleza organizativa no es lógica, es psicosociológica, por lo tanto, estos relatos pueden presentar inconsistencias y, sin embargo, resonar al interior de un colectivo social.
Imaginemos esto
“Comenzaba 2020. La irrupción de un virus azotó al planeta Tierra. Se desató una pandemia que mató a dos millones de personas. Los sistemas sanitarios de los llamados países del primer mundo colapsaron.
Se impuso un estado de excepción a nivel mundial y los Estados nacionales implementaron medidas de carácter excepcional, tendientes a endurecer la vigilancia y el control social.
Se cerraron fronteras y se marcaron límites internos que restringieron la libre circulación, se impusieron medidas de aislamiento y/o distanciamiento social obligatorio.
También se suspendieron gran parte de las actividades económicas, educativas, sociales y recreativas, se expandió y legitimó el uso de herramientas orientadas a intensificar el control sobre el cuerpo de todos y cada uno a la vez.
Abrazar y besar a los seres queridos se convirtió en un arma letal”.
Cualquier parecido con una información que reciba por redes sociales no es mera coincidencia.
*Este breve ensayo retoma aspectos parciales que fueron abordados en una ponencia presentada en el II Congreso Internacional Comunicación y Redes Sociales de la Sociedad de la Información, titulada Los rumores en los tiempos de COVID-19.
Profesora y Licenciada en Cs. de la Comunicación
Magíster en Comunicación y Cultura
Doctora en Cs. Sociales
Especialista en análisis del discurso
Investigadora por el Instituto Gino Germani – Conicet
Muy interesante reflexión. La generación y la propagación de los rumores es uno de los mecanismos empleados para generar posverdades, ¿no? también Me parece sumamente interesante la relación que se hace entre el rumor, el imaginario social, y su correlato geográfico. ¡saludos!