¿Conocen lo que está sucediendo en la playa “Bajada de los Palitos”, al sur de Comodoro Rivadavia? En los párrafos que siguen los voy a invitar a conocer una historia que es tan compleja como triste, en donde los protagonistas (y antagonistas) son los mismos de siempre y, como suele suceder a menudo, muy probablemente termine sin final feliz. Acompáñenme.
La supervivencia de un sistema perverso
Hablar de la expansión del capitalismo neoliberal globalizado quizás resulte, a esta altura de nuestras vidas, un tema un poco trillado. Hace ya más de cinco décadas que la irremediable fractura del Estado Social dio paso al despliegue de toda una serie de mecanismos que tenderían poco a poco a desmantelar el mundo tal cual se conocía y reemplazarlo por otro. Mucho más moderno, mucho más dinámico y con un salto tecnológico que prometía a viva voz un salto cualitativo en los modos de vida de la población.
Pero esas promesas de modernidad escondían, en su esencia, toda una serie de lógicas que llevaban impreso en su ADN lo que alguna vez preconizó Gunnar Myrdal en su obra “El reto a la sociedad opulenta”, de 1966, y que también había sabido interpretar Prebisch con su teoría de la dependencia, casi a la par que el economista sueco.
El recorrido de esta nueva expresión del capitalismo es por todos conocida, claro está. Pero quizás lo que todavía no terminamos de incorporar a nuestra cotidianeidad es la virulencia y la perversión con la cual estos procesos continúan penetrando en todos los espacios, lugares y resquicios posibles. Y lo que también está muy claro, es que este avance no deja de sorprendernos en el día a día.
Por eso, en esta ocasión, les propongo que nos interioricemos en otro de esos casos cuya singularidad es tan contradictoria como podamos imaginarnos. Les invito a viajar hacia el sur de nuestro país, hacia la costa atlántica, algunos kilómetros después de la petrolera ciudad de Comodoro Rivadavia.
Extracción y apropiación, ¿sinónimos?
Algunos kilómetros después de sortear la enorme herradura costera que representa la ciudad de Rada Tilly, el recorrido de la ruta 3 hasta llegar a Caleta Olivia se convierte en un espectáculo para la vista. La inmensidad del mar, las estribaciones del relieve y el perfecto entre ambos que cualquier pasajero puede observar con solo mirar de izquierda a derecha cuantas veces desee hacen de este tramo una recomendación inevitable.
Como si la mera contemplación no fuera suficiente, también en estas latitudes tenemos la posibilidad de observar a simple vista y a pocos metros, a unos cuantos ejemplares de la ballena franca austral, que en su recorrido migratorio anual se desplazan a lo largo de la costa atlántica brindando un espectáculo inigualable. Sin embargo, la continua vastedad del paisaje patagónico se ve interrumpida por la intrusión de su némesis: la acción humana.
Aún pese al frío o el viento, detener el auto, bajarse y caminar los metros que nos separan de estas playas, de esta inabarcable naturaleza en estado puro debe ser una de las mejores sensaciones de las que podemos disfrutar. Recorrer los metros que nos separan del mar, sentarse algunos minutos sobre alguna roca, caminar la orilla, es algo a lo que naturalmente nos vemos empujados cada vez que estamos cerca del océano. Pero como comienza a suceder con absolutamente todo objeto en este mundo, esa contemplación también puede estar sujeta a un disfrute arancelado, a una apropiación descontrolada.
Alguna vez David Harvey introdujo las nociones de los ajustes espaciales y de la acumulación por desposesión como reflejos de un sistema que buscaba alternativas para seguir reproduciéndose en un mundo donde ya no quedaban espacios por alcanzar. Estos ajustes espaciales, que en resumidas cuentas se caracterizan por el desplazamiento de los excedentes de capital hacia nuevas áreas cuyas posibilidades garantizaran una continuidad en el proceso de acumulación y concentración, se convirtieron en una clásica manera de perpetuar la explotación y las desigualdades.
Ejemplos hay muchos. Más allá de los endeudamientos a los que fueron forzados sistemáticamente los países en desarrollo/periféricos/tercermundistas (elija su propia aventura) en el último tercio del siglo XX y las décadas transcurridas desde el inicio del XXI, las expresiones de este fenómeno las podemos ver donde queramos: a nivel estatal con el desarrollo encadenado del sudeste asiático, a nivel empresarial con la deslocalización y el surgimiento de las cadenas productivas globales; incluso este fenómeno podemos verlo en algunos eventos culturales y deportivos cuya marca ha entendido que la forma de continuar incrementando ganancias es explorar nuevos mercados. Pensar en un mundial de futbol en Qatar, en un circuito de Fórmula 1 en Singapur, o un festival musical netamente norteamericano como el Lollapalooza desplegándose por diferentes países es a la vez interpretar cual es el interés de redireccionar los caminos de estas actividades.
En este sentido, esta extracción de capitales que se produce mediante un espectáculo, una marca o la parte más simple de un proceso productivo es también una apropiación. Una apropiación que no reconoce límites ni fronteras y que trasciende de lo meramente tangible para introducirse en todos los aspectos de nuestra vida cotidiana. Estos procesos, además de los capitales, se apropian de los patrones culturales, de las identidades particulares de cada lugar, de sus conocimientos y formas productivas y sobre todo, de los espacios. Vean sino lo que ocurrió con el circuito de Fórmula 1 en Valencia, en donde casi diez años después de haberse corrido la última de solo 5 ediciones, los daños económicos a la comuna y la fragmentación espacial –que incluye además una urbanización de lujo que jamás se concretó- dominan el panorama de uno de los distritos más vistosos del país europeo.
Y es que también este binomio compuesto por la extracción y la apropiación alcanza, sin ningún tipo de reparos, esas áreas naturales en donde uno da rienda suelta a la extracción. La construcción en el imaginario colectivo de los “paraísos” –concepto bien desarrollado por Adrián Monteleone en su último libro- por parte de la sociedad en general pero muy específica e intencionalmente por los grandes grupos inmobiliarios, se ha convertido en el actor principal de todos los procesos de apropiación, renovación, elitización y gentrificación desencadenados en las últimas décadas. Los loteos y urbanizaciones en las áreas más importantes de la Comarca Andina y en toda la franja que va desde Bariloche hasta Junín de los Andes son, precisamente, una forma de construir un paraíso y también, en simultáneo, de ponerle precio.
Un precio, no está de más decirlo, que es por naturaleza excluyente. No es casualidad que esta misma franja sea una de las que presenta mayores problemas en lo que respecta a la demanda de alquileres: con turnos y promesas de hasta seis meses, los mismos habitantes de estas localidades se ven marginados de su propia ciudad por lo inaccesible que se ha vuelto el valor promedio de los alquileres de los mercados inmobiliarios. Pero avancemos un nivel más en este recorrido.
Sin alejarnos de esta misma franja, cada día que recorremos las rutas –sobre todo aquella que nos deposita primero en Dina Huapi y luego en Bariloche- vemos como las casas, los loteos y las urbanizaciones avanzan más y más sobre la costa del lago. Los accesos hacia las playas y zonas de esparcimiento de los lagos, alguna vez libres, se vuelven intermitentes, distantes, prohibidas; quedando libres únicamente aquellas que son menos atractivas, más distantes, inaccesibles o con un espacio marginal para poder detenerse. Fenómeno ya conocido si nos trasladamos a otra área, la costa bonaerense, en donde los emprendimientos privados bajo el beneplácito de las autoridades y en nombre de la buenaventura de las cuentas bancarias de unos pocos han recortado los metros cuadrados de arena hasta su mínima expresión posible, expresión que es inversamente proporcional a la inverosimilitud del resultado final.
Cuando lo público deja de ser público. El caso de La Bajada de los Palitos.
Volvamos a nuestro viaje. Ruta 3, provincia de Chubut. Pocos kilómetros después de la ciudad de Comodoro Rivadavia, se encuentra Rada Tilly. De inmediato, y cercando esta especie de herradura, se encuentra la Punta Marqués, una saliente que se interna varios centenares de metros en el mar argentino y representa el centro geográfico del Golfo San Jorge. Al otro lado de este accidente geográfico se encuentra otra playa –también delimitada por dos salientes que se internan en el mar-, llamada Belvedere.
Bajada de los Palitos y Playa Belvedere
Fuente: El Comodorense
A esta playa de arenas limpias, agreste, un lugar ideal para disfrutar del mar y del paisaje, se accede a través de un camino llamado “Bajada de los Palitos”. Este lugar, tan utilizado por los lugareños, es sin embargo objeto de una disputa, tan compleja como en vigencia. ¿A qué adivinan de que se trata?
Efectivamente, toda el área de esta bajada y su playa está dando lugar a los primeros trabajos de loteo. Y no es que se trate de un episodio aislado. A escasos kilómetros de esta bajada se encuentra el Country Club La Herradura, promocionado como el primer barrio privado de Comodoro Rivadavia y que fue erigido delimitando y ocupando el espacio de otra antigua playa pública de la ciudad chubutense, a la cual ahora solo puede accederse tras recorrer un buen trecho a pie y tras pasar un control que asegure que nadie tenga intenciones de ingresar al barrio, además de ir a la playa. Llegar en auto, por estos mismos controles, se ha vuelto una utopía que es bien celebrada en el sitio web del emprendimiento, puesto que esta dinámica ha concretado un deseo implícito: que la playa sea solo de ellos. La definición de territorialidad, reflejada de manual en este caso.
Una de las casas frente a la playa en el Country Club La Herradura
Fuente: laherraduracc.com
Este emprendimiento pionero despertó los deseos latentes de apropiación de estos espacios para su aprovechamiento económico. Las costas del Golfo San Jorge presentan un sistema de siete playas de arena fina y aguas relativamente tranquilas, algo único en estas latitudes, de las cuales el ahora barrio cerrado La Herradura es una de ellas. El área que involucra a la playa Belvedere y la bajada de los palitos es otra.
Si bien el proyecto tiene algunos años desde su planificación, en 2018, la falta de estudios ambientales correctamente realizados y las protestas de las organizaciones vecinales parecieron poner en pausa su desarrollo. Sin embargo, a comienzos de este 2022 y tras una audiencia pública realizada en Julio del año anterior en donde el “NO” a los loteos se expresó en amplia mayoría, este proyecto recibió el visto bueno para el inicio de los trabajos de demarcación del suelo.
Cartel que aporta información sobre el proyecto en Bajada de los palitos
Fuente: Diario Crónica
Refugio de lobos se llama la empresa y el proyecto a desarrollar, algo irónico si pensamos que en el área afectada por este emprendimiento se encuentra precisamente una reserva de lobos marinos, al pie de la Punta Marqués. Los estudios de impacto ambiental que habilitaron este proyecto de urbanización, según indican los especialistas comprometidos en la preservación de estos espacios naturales, no tienen en cuenta (u omiten deliberadamente) todos los impactos que podrían generarse una vez puesto en funcionamiento este lugar. Sin embargo, y tras algunos meses de espera, el 1 de Junio de este año retomaron los trabajos dentro del área, enfocados –tal como refiere el portavoz del proyecto– en la restauración de los accesos, los suelos y las dunas.
Es clara la dirección a la que llevan los acontecimientos. Incluso pese a la presentación de recursos de amparo por parte de comunidades originarias, que colaboran en las pretensiones de conservar esta área mediante cautelares que argumentan la presencia de comunidades ancestrales en este territorio, todo parece apuntar a que una nueva urbanización se hará dueña de otra de esas singulares playas de la costa de Chubut. No conformes con eso, las organizaciones vecinales continúan haciéndose ver y escuchar, poniendo en tensión esa territorialidad que pretende apropiarse de lo que es de todos.
Docente, Escritor e Investigador.
Es el creador y director de Un espacio Geográfico, y autor de los libros «En el borde – Siete historias oscuras» y «Desde el infierno urbano», de reciente edición.
Es Licenciado en Enseñanza de las Ciencias Sociales con orientación en Didáctica de la Geografía por la Universidad Nacional de San Martín. Profesor de Geografía por el Instituto Superior del Profesorado “Dr. Joaquín V. González”, con especializaciones en Geografía de África y Oceanía, Geografía de Asia y Geografía de la República Argentina – Procesos Sociales y Económicos. Actualmente se encuentra en el proceso de elaboración de tesis final de la Maestría en Sociología Política Internacional por la Universidad Nacional de Tres de Febrero.
También es Docente en nivel medio, en formación docente por el Instituto Superior del Profesorado “Dr. Joaquín V. González” y a nivel superior por la Universidad Autónoma de Entre Ríos.